“Mi rostro es tu reflejo, no el olvido”

Homenaje a Julio César Mondragón Fontes

Crónica

Escuela Benemérita Normal de Maestros

27 de abril del 2015

A siete meses de la tortura y ejecución extrajudicial de Julio César Mondragón Fontes, estudiante normalista de Ayotzinapa, los maestros y alumnos de la Escuela Benemérita Normal de Maestros, de la Ciudad de México, se reunieron para honrar a quien también fuera estudiante de esa institución. Convocado con el lema: “Mi rostro es tu reflejo, no el olvido”, la cita del evento fue a las 2:30 de la tarde. A pesar de la sorpresiva fumigación y del llamado de la directora a la comunidad para abandonar las instalaciones hay un grupo de estudiantes, maestros y sociedad civil en general, sentados en las jardineras y en las sillas que los organizadores han dispuesto en la explanada Lauro Aguirre, donde se realizará el evento. También hay algunos medios independientes que, después de haber sorteado los problemas en la entrada: dos vigilantes con modos porriles, se encuentran tomando fotografías o esperando el comienzo.

La familia de Julio César ha llegado puntual a la invitación recibida por los maestros y estudiantes. Desde Tenancingo han venido sus dos tíos, su hermano y su abuelo, su madre no ha podido asistir por motivos de trabajo. Todos ellos ocupan sus lugares en una larga mesa, adornada con el mantel que ostenta el escudo de la Benemérita. Minutos después llegan Marissa y Melisa, viuda y huérfana de Julio César; ellas también ocupan su asiento. Además de la familia, en la mesa nos acompañan la abogada que lleva el caso de Mondragón Fontes y un estudiante de la Normal de Ayotzinapa.

El homenaje inicia y es casi imposible no acordarse de las ceremonias que, quienes estudiamos en escuela pública, vivimos casi todos los lunes de nuestra educación primaria. Los moderadores del evento son una maestra y un alumno de la normal. Mientras se suceden las participaciones de los ocupantes de la mesa, combinadas con la lectura de poemas escritos por los profesores de la Normal y recientemente editados por ellos mismos, uno tiene tiempo de mirar alrededor, no para distraerse sino para aprehender el sentido central de ese evento. Los estudiantes de la Normal han delimitado un espacio imaginario en la entrada de la escuela, cuyas fronteras son unas mamparas, donde están colocados los carteles que diversos artistas hicieron en memoria de los 43. Territorio libre de olvido, digna explanada de la memoria. En el centro de ese espacio formaron un número 43 con macetas de rosas blancas, que después serán sembradas en las jardineras de la escuela o que los asistentes podrán llevar a casa. La fotografía de Julio, tomada en una de las escaleras de la Escuela Normal, preside la ofrenda de flores.

El programa no sigue el orden convenido, pero eso no importa. Lo importante es que Marisa diga que le dirá orgullosa a su hija que su padre murió como un guerrero, lo que nos duele es que Lenin, hermano, diga que ya no podrá vivir la madurez con quien compartió toda la infancia y la juventud, lo que nos anima es que don Guillermo hable de no descansar en su lucha por la justicia, lo que nos alienta es que una estudiante de la Normal nos lea algo que consideraba su deber escribir, como si con ello nos diera una pista para seguir en esta búsqueda de justicia para el joven caído. Los maestros entregan un apoyo económico para Marissa, el cual se obtuvo mediante la rifa de un cuadro alusivo a Ayotzinapa, donado por ellos mismos. Finalmente La Vikina Azul toma el micrófono y llena ese espacio de memoria con su voz, dedica una canción de mariposas para Marissa y Melisa, luego acompañada de una guitarra canta “Todo cambia” y la tarde también se vuelve distinta, porque uno puede ver a la bebé de Julio riendo y bailando sobre la mesa.